Vientos de 100 km/h, una inversión de alto riesgo y vinos extremos: así es el viñedo más austral de Argentina

Otronia se ha convertido en la bodega más austral del mundo. - Gentileza
Otronia se ha convertido en la bodega más austral del mundo. - Gentileza

Ubicados en el paralelo 45° 33′, los cultivos y la bodega de Otronia muestran una cara distinta del terroir argentino. La experiencia de un día allí, la historia de cómo uno de los hombres más ricos del país decidió invertir en eso y todo los productos que se vienen.

Mucho se ha hablado de la diversidad del vino argentino. Es que de Norte a Sur y de Oeste a Este, la geografía nacional ofrece un sinfín de oportunidades para hacer vinos de alta calidad. Muchos de esos lugares ya son conocidos y tienen su historia, pero desde hace un tiempo a esta parte, comenzó una exploración hacia nuevas zonas, un tanto más frías en su mayoría, que ha dado resultados impensados. El símbolo más representativo de esto podríamos decir que es Otronia, la bodega más austral del mundo.

Perteneciente a Grupo Avinea, el mayor productor de vinos orgánicos del país, el establecimiento y los viñedos se ubican en la localidad de Sarmiento, en la provincia de Chubut, casi al límite con Santa Cruz, en el paralelo 45° 33′ S. Fue hasta allí donde pudo llegar Los Andes y comprobar en primera persona las condiciones extremas en las que crecen las uvas que dan lugar a algunos de los vinos más premiados por la crítica en los últimos años.

El carácter del lugar

La travesía hasta llegar a la finca y la bodega -a casi 2.000 kilómetros de Mendoza divididos en un vuelo de alrededor de 3 horas y media hasta Comodoro Rivadavia con escala en Neuquén y otras dos para recorrer por vía terrestre los 150 kilómetros que hay hasta la localidad de Sarmiento-, difícilmente nos lleve a imaginarnos que ahí, a metros de Lago Musters, uno de los más grandes de Argentina, exista un viñedo de estas dimensiones. Es que a lo largo de la ruta 26, la estepa patagónica logra su máxima expresión y la desértica vegetación de la zona colmada por arbustos bajos sólo se ve interrumpida por los pozos petroleros y algún que otro grupo reducido de animales pastando al costado del camino.

Sin embargo, en ese rincón ubicado en el centro sur de la provincia sureña, un pueblo que sin dudas no volvió a ser el mismo desde la llegada de Otronia, comenzó desde hace ya 12 años a crecer contra todo pronóstico el viñedo más austral del mundo, al menos hasta el momento.

A diferencia de lo que sucede la gran mayoría del año, cuando el sol permanece radiante en un cielo completamente despejado y con la inclemencia del viento que se hace presente con ráfagas que superan los 100 km/h, rasgos más característicos del proyecto junto al alto riesgo de heladas, durante la visita al viñedo, las condiciones extremas se pudieron sentir, pero de otra manera. Es que casualmente ese día, se dieron dos factores algo excepcionales: lluvia (aunque no de manera torrencial, sino más bien constante), que en el promedio anual alcanza unos 150 mm y mucho frío, con el termómetro apenas llegando a los 4° y escasa visibilidad.

Aún así, el manto amarillo de hileras permanecía impoluto, acostumbrado ya a las inclemencias climáticas. Si uno ve las plantas puede pensar que por su tamaño tienen apenas unos tres o cuatro años, sin embargo, la gran mayoría está rondado la década. Tal como lo explicó Juan Pablo Murgia, enólogo de Otronia, esto no afecta en nada la calidad ni la productividad de la uva que obtienen. “Las plantas demoran más en crecer y en establecerse, pero es por la condiciones extremas. Es solo cuestión de tiempo”, aseguró. Todo eso se ve acompañado por una mayor sanidad en los viñedos, sin enfermedades relacionadas con la botritis y bajos rendimientos, ya que cosechan menos de un kilo por planta, lo equivalente a menos de una botella por cada vid.

Tal como lo dijimos, los rasgos más distintivos de la zona son el viento, el cual “hay que controlarlo y defenderse de él”, como dijo Juan Pablo, y por lo que cuentan con una barrera de álamos que frenan la potencia de las ráfagas del oeste, redes especiales “como las de voley”, como bromeaban los miembros de la bodega, y mallas antigranizo en las plantas. Otro factor, debido a la gran amplitud térmica de la zona, son las heladas que “en los últimos dos años han sido muy benévolas”, pero para lo que tienen un sistema mixto de aspersores colocados cada ocho metros y riego por goteo para lograr proteger a los frutos. Por último, y el que menos predijeron es la alta radiación solar del lugar determinada por la longitud de los días. Es que todo nació como un proyecto de espumosos porque supusieron que el ciclo de la vid iba a ser corto y el fruto iba a tener una baja concentración azucarina. Pero todo se transformó en el camino: “Logramos grados de alcoholes impensados”, aseguró Murgia. Así es que hoy logran vinos como un Chardonnay con 13 grados de alcohol, que se combina con el alto nivel de acidez que aporta el lugar. Asimismo, las pieles de las bayas han logrado una “crocancia” especial, lo que se traduce en una textura inusual en los vinos.

El riesgo de heladas en la zona es muy alto. - Gentileza
El riesgo de heladas en la zona es muy alto. - Gentileza

Una inversión arriesgada

Las dudas de instalarse fueron muchas, pero Alejandro Bulgheroni, uno de los empresarios más ricos del país, con el asesoramiento de Alberto Antonini, decidió emprender la aventura -”Yo tomo riesgos toda la vida”, afirmó durante un almuerzo que compartió con Los Andes y otros periodistas- con el objetivo de generar una alternativa de empleo para un zona netamente petrolera -algo que de a poco ha comenzado a dar frutos, ya que realizaron la primera cosecha con 22 trabajadores locales-. “A nadie se le ocurría poner una plantita acá (Sarmiento). Primero empezamos con la cereza, donde ya tenemos una producción de más de un millón de kilos. En 2007 comencé con el tema vitivinícola en Uruguay y Alberto (Antonini) me comentó que había unas viñas en Sarmiento. Probó esas uvas y comenzó con los estudios de suelo. Me convenció y ahí arrancamos con la idea de hacer vinos espumosos con chardonnay y pinot noir”, relató. Y confesó estar muy contento con los resultados obtenidos.

Así, rodeados por la Sierra Silva y el Lago Musters (el que le dio el nombre a la bodega ya que los antiguos pobladores lo llamaban Otrón), avanzó con la plantación experimental de algunas variedades como pinot noir, chardonnay, merlot, gewürztraminer -ambos pedidos especiales de Bulgheroni- y pinot gris en la chacra 22 de la gran finca que ya contaba con varias hectáreas de cerezos. Los resultados fueron alentadores y la aventura se extendió a la chacra 25, donde se completaron las poco más de 50 hectáreas con las que cuenta la bodega y apostaron por lograr identidad nacional, con torrontés y malbec.

A partir de la investigación del terreno, de la mano de Pedro Parra, en primera instancia, y de Guillermo Corona, después, pudieron entender que el lugar elegido fue antiguamente un paleolago por lo que la composición principal del suelo es muy heterogénea, dominada por la arcilla, el material lacustre, arena eólica y rocas fluviales y aluviales, lo que los llevó a dividir la propiedad en 50 bloques en base a las características dominantes de cada sector y el varietal elegido. Se trata de todo material clonal seleccionado de un vivero de Francia, a excepción del torrontés y el malbec. Actualmente, el pinot noir y el chardonnay se llevan el 80% de la finca.

El Lago Musters, uno de los más grandes de Argentina, está a solo metros de los viñedos de Otronia. - Gentileza
El Lago Musters, uno de los más grandes de Argentina, está a solo metros de los viñedos de Otronia. - Gentileza

Un futuro prometedor

El debut para Otronia en el ámbito comercial fue muy alentador, con reconocimientos de la crítica internacional para sus vinos, al punto de conseguir el mejor del país o de la región patagónica en varias categorías. Un toque personal de Juan Pablo Murgia, flamante Enólogo del año para Guía Descorchados 2022, es la decisión de “acomplejar los vinos con crianza en madera de grandes dimensiones”.

Hoy el portfolio está integrado por tres líneas: 45 Rugientes, en referencia al paralelo en el que se ubica y el viento que sopla constantemente (compuesto por un corte de blancas, pinot noir, merlot y un rosé que pronto saldrá al mercado), los espumosos Otronia (Brut Nature de Chardonnay y Brut Nature Rosé de Pinot Noir) y los Otronia (Block III & VI Chardonnay y Block I Pinot Noir).

Más allá de que el presente es muy bueno, el futuro es aún más prometedor. Durante la visita a la bodega, Los Andes pudo conocer algunas de las novedades que serán presentadas en los próximos meses o incluso años. Entre esa encontramos un torrontés, un vino naranjo de torrontés, un cosecha tardía, un malbec, entre otras cosas. Todos son proyectos de partidas limitadas, que saldrán al mercado con alrededor de 1.000 botellas, por los que habrá que esperar todavía.

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