Dómina Spell, la bodega que busca “hechizar” con sus vinos autogestionados

Vanesa Tornaghi y Daniela Tiezzi son dos amigas enólogas que lideran un proyecto en conjunto llamado Dómina Spell. La bodega está completamente autogestionada por las dos mujeres quienes son ideologías y productoras a la vez.

El proyecto nació en 2018 con un concepto muy claro. Primero fue la búsqueda del nombre. Se pensó en Dómina -que significa dama en latín- y Spell -hechizo-, porque la idea es producir un vino que “a los consumidores les guste y se sientan hipnotizados, hechizados”, explicó Daniela. Luego fue la elección de la imagen de la marca y todo quedó listo para iniciar el camino.

Hoy, a más de 3 años, tienen casi una decena de vinos y fraccionan cerca de 30 mil litros por año. Y la idea es que siga creciendo. Sobre el proyecto, la autogestión y las dificultades del mercado hablamos con Daniela Tiezzi en representación del equipo.

¿Cómo nació Dómina Spell?

El proyecto nació en 2018. Con Vane éramos compañeras de la licenciatura en enología y ambas trabajamos en relación de dependencia. En un momento nos cansamos y teníamos el sueño de hacer nuestro primer vino juntas. Sabía que si nos iba mal podríamos venderlo igual a amigos. Nuestra primera cosecha fue en 2019, fraccionamos 1000 litros. Después fuimos incorporando productos y a la fecha fraccionamos más de 30.000. Estamos muy contentas con el crecimiento.

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¿Quiénes trabajan en el proyecto?

No tenemos empleados, somos nosotras dos para todo. Desde planificar los productos del año, estar en la viña, armar los cortes y hasta la parte administrativa. Lo único que delegamos hace 6 meses es la promoción por redes sociales. Trabajando en la bodega, somos dos operarias más. Ha sido un desafío muy grande.

¿Qué es lo más difícil de la autogestión?

La organización del tiempo, porque somos dos y tenemos que estar en todo. Lo repartimos muy bien entre Vanesa y yo pero a medida que crezcamos vamos a tener que delegar tareas e incorporar.

¿Qué afecta más al proyecto?

La inflación y la falta de insumos a nivel global. Tratamos de innovar pero es una industria que no te deja porque hay que arreglarse con lo que tenemos. Por ejemplo, nosotras tenemos un blanco y un rosado para fraccionar del 2021 y no nos entregan botellas transparentes. No hay. Lo mismo con el aluminio y el cartón. Quisimos importarlas pero entre aranceles y la falta de contenedores se hace imposible.

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¿Está pensado para crecer en la importación o en el mercado local?

Antes de la pandemia los productos llegaron a los mercados de exportación. En las ferias internacionales hubo una repercusión muy buena. Ahora tenemos que reactivar todo eso.

En el lugar donde menos se conoce es en Mendoza, porque es un mercado al que apostamos menos, pero cada vez estamos encontrando más puntos de venta en la provincia. Actualmente estamos en Santa Fe, Resistencia, Córdoba, Buenos Aires y ahora estamos tratando de meter vinos en San Juan y San Luis. El desafío es captar nuevos clientes. Lo bueno es que el proyecto marcha con esta estructura y solo tuvimos que hacer una inversión al principio.

¿Los vinos son muy personales o atienden las demandas del mercado?

Cada producto que lanzamos nos gusta a nosotras pero escuchamos a los clientes. No hemos tenido problemas en lanzar vinos que no preferíamos pero nos demandan. Tratamos de encontrar el equilibrio justo. Pasa que si lanzamos algo sin estar convencidas después es difícil venderlo.

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¿Qué dicen los consumidores?

Al consumidor que tenemos fidelizado le gusta la línea frutal y la relación precio calidad. Además, le gusta mucho la botella y la etiqueta. Lo hacen saber. Ahora mismo nos demandan una línea intermedia entre los frutales sin madera y el Gran Reserva que sacamos. Es lo que vamos a hacer en 2022.

¿Cuál es la expectativa para este año?

Queremos sacar por lo menos dos productos nuevos, intermedios. También esperamos captar más exportaciones, sobre todo en Europa.

¿Cuáles son sus vinos favoritos?

Dentro de Dómina, nuestro sueño alcanzado fue el Gran Reserva. En mi caso, si quiero tomar un blanco, el Sauvignon Blanc me encanta. El Malbec no falla. Espumantes tenemos uno para cada ocasión. Sí bien no tengo uno preferido son todos sueños alcanzados. Por gusto, Vane prefiere más los blancos, por lo que quizás entre elegir un Malbec y un Sauvignon Blanc elige el segundo.